18 Ago El sentido de la tierra y de la vida
Dos son ante todo las fuerzas que elevan al hombre natural ingenuo hasta el olvido de sí propio de la embriaguez: el impulso de la primavera y la bebida narcótica.
El cuerpo podría considerarse como un campo de batalla entre las diversas fuerzas o potencialidades de lo humano que lo constituyen y lo atraviesan. Una lucha encarnecida entre pasiones (demonios) y virtudes (ángeles). Toda virtud (pasión alegre) y pasión (pasión triste) son los hábitos o costumbres que encauzan nuestro deseo. Y como tales, siempre son modos concretos que tienen las fuerzas o lo potencial humano de expresarse y relacionarse entre sí.
La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.
Así pues, las virtudes remiten a hábitos caracterizados por una relación entre las fuerzas o lo potencial humano en la que predomina y se expresa una afirmación. Una afirmación que permite que las fuerzas o lo potencial humano se exprese en función de lo que son capaces y en su justa medida. Lo que les permite alcanzar su mejor modo de expresión: la excelencia-vitalidad.
Una cosa buena no nos gusta cuando no conseguimos estar a la altura.
Mientras que por otro lado, la relación imperante en las pasiones tristes es la caracterizada por la negación. Relación como negación, a través de la cual las fuerzas o potencialidades de lo humano se ven encauzadas hacia modos de expresión no acordes a su expresión justa. Así, se ven condenadas a expresarse ya sea en el defecto o en el exceso, pero sin la medida adecuada y por lo tanto sin excelencia. Falta de vitalidad.
La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.
Tras lo dicho, el hombre superior, caracterizado por una voluntad de poder afirmativa, transformará sus pasiones tristes en pasiones alegres, o sea, en virtudes que remitan al sentido de la tierra, de la vida. Pero esta afirmación de lo trágico no conlleva la cesación de la guerra, pues también se da lucha entre las diversas virtudes, lucha que por otro lado es necesaria ya que cada virtud quiere para sí toda la voluntad de poder. Con lo que el camino hacia la superación del hombre pasa por esta guerra entre virtudes, por un verdadero amor hacia éstas. Virtudes como hábitos creativos breves, dispuestos a perecer para dar lugar a otros todavía más creativos, o lo que es lo mismo, a una mayor sensibilidad para saborear la Vida.
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